miércoles, 1 de julio de 2009

Hoy hace día de noviembre

MAÑANA

Hoy hace día de noviembre, triste, frío, gris, con el aire henchido del humo acre de las primeras chimeneas. De todos modos, hoy es santa Teresa de Jesús, así que ya no falta tanto para noviembre. Noviembre, dichoso mes, que entra en Todos los Santos y sale con San Andrés. Por cierto, que no se me olvide felicitar a Mari Tere y a su madre, ellas siempre se acuerdan de mi santo, y eso que es menos señalado que el suyo. El mío es, como decía mamá, de los que pasan de noche, pero tampoco tengo con quién celebrarlo, así que me dan lo mismo santos, cumpleaños, navidades o el sursuncorda.

¡Vaya! Una carrera. Pues da igual, no me pongo medias y ya está, total, con este tiempo, no sabe una qué ponerse, que igual hace frío que calor. Me acuerdo de cuando era pequeña, que por estas fechas ya hacía bastante fresquito, y para Todos los Santos estrenábamos las niñas el abrigo y los guantes que habríamos de llevar a partir de entonces todos los domingos, y el que habíamos usado los domingos del año anterior, pasaba a ser éste el de diario. Eran bonitos, los días de Todos los Santos de antes, cuando iba todo el mundo, bien endomingado, al cementerio, repleto de flores frescas puestas en los búcaros el día anterior, las lápidas relucientes, los metales bien pulidos. Las chicas, las pollitas, como las llamaban entonces, cogidas del brazo, riéndose por lo bajo cuando las miraban los chicos que les gustaban. Éstos, deseando que se soltaran unas de otras para poder decirles algo en privado, o pasarles alguna carta inflamada de amor y pasión. Los niños, corriendo y dando puntapiés a todo lo que encontraban por el camino, con sus zapatos nuevos, y sus madres, con el abuelo o la abuela del bracete, regañándolos. Caminando junto a ellas, con aire ausente, los padres, fumando y escuchando el partido en sus pequeños transistores. Y a la vuelta, paso obligado por la pastelería, a comprar los huesos de santo y los panellets. Siempre era lo mismo, pero eran tiempos felices, inocentes, de niñez sin preocupaciones, con un horizonte, un futuro. Este año no iré, al cementerio, ya no existe esa ilusión por estrenar abrigo, ni por los dulces, ni por los chicos, ya no iría con mis padres, sino a visitar su tumba. Si acaso, me pasaré unos días antes, para adecentar el nicho, que no se diga...

¡Uy! Se me está terminando el maquillaje y el rimmel ya hace grumos, tendré que pasarme por la perfumería al salir del trabajo uno de estos días, y también necesito desodorante, que está en las últimas, crema de noche y tónico. Ya verás, me dejo allí medio sueldo, porque siempre pico con algo más de lo previsto, que si esta promoción, que si este producto nuevo.

Tengo ganas de llegar al despacho, creo que hoy empieza el nuevo, un chico que viene trasladado desde Alicante. Dice Concha, que lo vio el otro día en personal, que es bastante guapo y que parece ser que no tiene novia, que se lo oyó decir cuando le preguntaron si estaba casado o tenía pareja, hijos y esas cosas que te preguntan como si eso tuviera algo que ver con desempeñar bien o mal un trabajo, y dijo que no, que no estaba casado, y Marián, que es una buscona y estaba ojo avizor, le preguntó después si su novia también había venido con él, no, no tengo novia, contestó el chico. Lo cierto es que un hombre de su edad sin nada de nada, escama, igual es marica, aunque si no lo es, ya me imagino a todas afilándose uñas y colmillos y relamiéndose con la posibilidad de ligárselo, nunca he visto tanta solterona hambrienta por metro cuadrado, o, más que hambrienta, con ganas de pillar hombre, hombre que la saque de esa categoría vergonzosa de solterona, porque estas no son solteras, son solteronas, y sé que este es un comentario propio de un tío, pero es que yo tengo ojos y estoy en el mundo, y digo que son un hatajo de solteronas. Cada una tendría sus motivos para arrimar el ascua a su sardina, claro; Marián, con lo calentorra que es, se conformaría con cepillárselo, como hace con todos los que se le ponen a tiro, pero las demás intentarán ennoviarse con él. Y si es gay, seguro que quien se lleva el gato al agua es Germán, con lo guapo y zalamero que es, que ése si que liga todo lo que quiere. Dicen que hasta tuvo un lío con el jefe de recaudación, tan serio y varonil, y casado que está con una chica muy maja, que nunca sabes por donde salta la liebre. Puede ser, porque yo los he visto cruzarse, a él y a Germán, sin dirigirse ni siquiera una mirada, será que acabaron mal.

Lo más triste es que yo también me incluyo en ese grupo, en el de las solteronas, digo, no en de las que se lo disputen, al nuevo, no quiero ni pensar en la posibilidad de que me hiciera algún caso, no sabría qué hacer. Después de toda la vida estudiando, de no salir más que al cine alguna vez con las amigas de clase y a misa con mamá, de estudiar todavía más para opositar a la Seguridad Social, de cuidar durante años a mi padre enfermo de cáncer y luego a mi madre con el Alzheimer, me encuentro con que nunca he salido con un chico, nunca he acariciado a un hombre, ningún hombre me ha tocado los pechos, ni me ha atraído hacia su “masculinidad latente”, como dicen en los novelones rosa. Nadie me ha susurrado palabras de amor al oído, nadie me ha mordisqueado el lóbulo de la oreja, nadie me ha dicho te quiero, nadie me ha besado en la boca, nadie. Mi única vida social fuera del trabajo se reduce a los ensayos y las actuaciones con la coral, y a salir a caminar de vez en cuando con mi vecina Dolores, una viuda sin hijos mucho más mayor que yo. He de confesar que me gustan el director de la coral, que es cura, y uno de los bajos, Fernando, pero me parece que a él también le gusta el director, y es que yo tengo un ojo para los hombres...

Recuerdo mi primera juventud siempre sumida en las obligaciones de la casa y del insti o, después, de la facultad, inmersa en mi falta de vida, rodeada de dolor ajeno que intentaba mitigar con mi obligada abnegación filial. O sea, resumiendo, que además de solterona, virgen, sosa y reprimida. Será que estoy sensible con el tema, ya que con diferencia de unos pocos días, he releído "Entre visillos", de Carmen Martín Gaite, y he vuelto a ver "Calle Mayor", de Juan Antonio Bardem, como si me gustara refocilarme en mis propias miserias. Si quiero cambiar el chip, habré de buscarme entretenimientos más positivos. En la oficina tengo fama de ser fría con los hombres, como si una vez que los hubiera utilizado para mis fines me deshiciera de ellos, por temor al compromiso. No sé de dónde pueden haber sacado la idea, pero yo, claro está, cultivo esa creencia, no vayan a pensar que soy una mojigata que, por otra parte es lo que soy. Prefiero que me tengan por una casquivana, incluso por una zorra, aunque no me coma una rosca, que también tiene guasa el tema.

El caso es que así, sola, se está muy bien, los pelos del lavabo siempre son míos, nadie deja levantada –ni salpicada- la tapa del váter y veo siempre los programas que quiero ver. Me digo que muchas quisieran para sí la vida tan independiente que llevo, pero ¿a quién quiero engañar, si ayer domingo me pasé todo el día acicalándome? Me depilé, me limpié el cutis, me puse una mascarilla, me exfolié, me bañé con sales y me hice la manicura, hasta la de los pies, o sea, la pedicura, y eso que ya no llevo sandalias. Pasé todo el día con piña, para depurar y tener hoy un vientre bien plano, y esta mañana me he levantado más temprano para plancharme el pelo. Me digo que lo hago por mí misma, pero si lo pienso bien, me parece un comportamiento bastante patético, así que mejor no lo pienso, porque dentro de no mucho tiempo, ya ni con todos los afeites del mundo volveré a parecer joven. Se me está pasando la vida.

Es curioso, las novias, queriendo casarse, las casadas, deseando que las dejen en paz, las viudas añorando al marido muerto, y las solteras deseando ser novias, esposas o viudas. ¿Qué haría yo si un hombre me invitara a salir? Supongo que durante los paseos, las cenas o donde sea que me llevara, todo iría bien, soy habladora y divertida, a pesar de todo, pero cuando llegase el momento de la intimidad… es que soy una completa ignorante en este sentido, bueno, digamos que solo me sé la teoría, pero me daría pánico ponerla en práctica, por miedo al ridículo, quizá, no sé. Lo malo es que si no cambio esta actitud que no me permite salir con nadie, ya me veo pasando de largo por este mundo, vieja, sola, triste, como Amelia, la de la oficina, aunque yo creo que lo que le pasa a ella es que es lesbiana, pero, bueno, bien podría tener su pareja ¿no?, aunque fuera otra mujer, y, ahora que lo pienso, igual la tiene y no lo sabemos, pero no creo, si la tuviera no estaría tan amargada. Me da miedo la soledad, no la soledad de querer estar tranquilo con uno mismo, sino la soledad, soledad, la de no tener a nadie. Una cosa es estar a solas y otra estar solo, y yo disfruto de ambas situaciones. A veces he pensado en hacerme cooperante de cualquier cosa, o entrar en alguna ONG, para relacionarme con la gente, pero he terminado rechazando la idea porque no sería el mejor motivo para meterse en un voluntariado, y tampoco me veo haciendo manualidades en compañía de amas de casa aburridas de su vida y ancianas desahuciadas de la suya.

Bueno, espero no haberme pasado con el maquillaje, tampoco es cuestión de que parezca que voy de boda. Para hoy han dado lluvias, pero todavía aguanta sin llover, ojalá se mantenga así durante todo el día, si no, el pelo planchado, a hacer puñetas. En el trabajo suelo llevar la melena recogida en una cola de caballo, así que si éstas se extrañan por mi peinado les diré que ayer salí y todavía me dura, porque son unas arpías que se fijan en todo, aunque sospecho que no seré yo la única que vaya más arreglada de lo normal para un lunes. Menos mal que todavía me dura el bronceado, me voy a poner la blusa blanca para resaltarlo. Después llego con los puños hechos una porquería, de restregarlos por el escritorio, pero espero que valga la pena.

TARDE

El aire huele a frío y a castañas asadas. Dos euros la docena. ¿De qué vivirán los castañeros cuando el aire no huele a frío y a castañas asadas? Pensándolo bien, ¿qué me importa? Me estoy quedando tiesa, aquí en la parada del bus, parada; mañana saco la gabardina de entretiempo, ya no se puede ir a cuerpo, y el caso es que en el despacho hace bochorno, que la gente es muy exagerada y ya han puesto la calefacción. Hoy he pasado calor, calor, y eso que no iba muy abrigada. Yo, la verdad, temía que se me viera demasiado puesta, con tacones y todo, pero nadie ha reparado en mi atuendo. En principio ha sido un alivio, pero cuando lo he pensado con detenimiento mi autoestima ha sufrido un duro revés, ya que me he sentido insignificante e invisible. Después me han presentado al nuevo, Esteban se llama, y he lamentado lo de los tacones, porque lo cierto es que no es muy alto, bueno, un poco más que yo, sí que es. Lo peor ha sido cuando Marián, que es la excepción que confirma todas las reglas, y sí se ha fijado en mi indumentaria poco habitual, al pasar por mi lado ha murmurado “¿de caza?”. Lo ha dicho en voz baja, pero a mi me ha parecido como si lo anunciara por megafonía, y no estoy segura de que el chico, Esteban, no lo haya oído. Me he puesto roja como un tomate, como si fuera a creer que me había arreglado por él, que es lo que era, en realidad. Yo creo que se ha dado cuenta de mi azoramiento, pero ha sido un caballero y ha hecho como que no.

A lo mejor es por lo que pasa siempre que te creas unas falsas, o mejor dicho, unas desmesuradas expectativas, sobre algo o alguien, pero en principio me he quedado un tanto bluff, cuando lo he visto de lejos. Tras conocerlo, y a medida que pasaba la mañana, me iba dando cuenta de que la primera impresión, lo primero que piensas de una persona, no siempre es lo que vale. Esteban es un chico..., bueno..., a esta edad ya no se si llamarle chico u hombre, lo dejaré en chico, ciertamente guapo, aunque no a la manera que yo lo había imaginado. Es que te dicen que alguien es guapo, y ya lo encorsetas en los estereotipos que te inoculan por televisión, y no todo el mundo lo es a la manera de Hollywood, hay gente guapa de lo más normal, no tienes más que ir por la calle con los ojos bien abiertos. Bueno, pues Esteban es guapo, más bien bajo, como ya he dicho, castaño, el escaso cabello dominado con gomina, peinado para tapar las entradas, unos ojos azules que quitan el sentido, educado, simpático y amable hasta decir basta. Tiene aspecto de italiano, o de suizo, con esos ojos y ese pelo. Debe practicar algún deporte, porque se nota que se cuida, y parece competente en su trabajo, de hecho, acaba de llegar y se ha puesto al día en un pispás. También parece divertido, el tipo de persona con el que te gustaría pasar la vida, bueno, por lo menos a mi, porque parece ser que a su mujer, ex-mujer, no tanto. Me ha dicho, en cuatro palabras no demasiado explícitas y muy reveladoras al mismo tiempo, que está separado, que tiene hijos, no sé cuántos, y que no todos le tienen el cariño que debieran. Yo le daría todo el cariño que necesita, ya ves, con lo negada que estaba yo para los hombres, pero es que es tan dulce, tan atento, tan sexy... porque debajo de esa ropa sosa de Cortefiel que parece el uniforme de todos los funcionarios, adivino a un hombre súper sensual, súper romántico, súper hombre...
Y este autobús, que no acaba de llegar, con las ganas que tengo de llegar a casa, para desmaquillarme y darme una buena ducha, a ver si entro en calor. Después llamaré a casa de Mari Tere, y las felicitaré a ella y a su madre. Me pondré los dedos en la nariz a modo de pinza y les diré que tengo un trancazo que no me sostengo en pie, así me excuso el tener que ir, y me excuso el tazón de chocolate requemado, siempre le sale requemado, a la señora Tere, y me excuso los mostachones, que siempre me saben a rancio, será porque lo están.

Hemos hecho buenas migas, Esteban y yo, y además, fíjate qué casualidad, somos casi vecinos. Resulta que se ha alquilado un piso cerca de donde yo vivo, yo pensaba que me invitaría a llevarme a casa en su coche, pero ha quedado en ir a tomar unas cervezas con Germán.

NOCHE

Hoy hace día de noviembre, triste, frío, gris, con el aire henchido del humo acre de las primeras chimeneas. Será eso lo que me produce escozor en los ojos y me hace llorar. Será.

© del texto JAVIER VALLS BORJA
octubre de 2007

4 comentarios:

  1. Un placer leer estas cosas, amic.

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  2. me encantan tus escritos!

    varias cosas:

    uno, que triste que no tenga con quien celebrar la Navidad.
    dos, pero es suficiente con una misma para ser feliz, eso dicen todos los libros de superación personal, pero ahhh, yo creo que no es cierto.
    tres, que no se ponga rímel si sabe que va a llorar...
    ah y por ultimo, el Esteban no está en ella...

    yo soy feliz con que llegue Septiembre....

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  3. Anónimo: sé qui ets...

    Ericarol: me alegra infinito que te guste lo que escribo, es muy gratificante que desde la otra parte del mundo te lleguen mensajes de este tipo.
    Yo, aunque estoy rodeado de seres que me quieren, también estoy convencido de que es suficiente con uno mismo para ser feliz, pero eso me lo ha enseñado la vida, no creo en los libros de autoayuda.

    Por cierto... ¿qué tendrá septiembre...?

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  4. COMENTARIOS EN FACEBOOK

    Angélica Morales
    Estupendo, Javier, con ritmo, frescura y atrevimiento.
    Uff menudo retrato femenino, no sé si ponerme medias o comprarme otro tubo de rimel.Los recuerdos, y las sensaciones hay que saber atesorarlas para que después puedan salir a flote en forma de historias.
    Gracias por etiquetarme.

    Saludos de visillo.
    El 02 de septiembre de 2009 a las 13:59 ·

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