sábado, 18 de julio de 2009

La barca 4/6

Los días siguientes fueron de reencuentro con sus viejos amigos, ya viejos. No estaban todos. Los que quedaban no le recriminaron la ausencia, la falta de noticias. Le abrazaron, alguno lloró, jugaron a las cartas, bebieron vino de la tierra, rieron, comieron comidas que recordaba su mente, pero no su paladar, conoció a sus hijos, pasearon por los escasos vestigios que quedaban en pie del pueblo que él recordaba, escucharon su lamento y le prometieron auxiliarle en su cruzada. Y volvieron a beber vino de la tierra para rubricar la decisión.

Contrató un camión con pluma y un remolque para embarcaciones y una mañana, bien temprano, él y sus amigos tomaron la rotonda. Estaban de buen humor; eran otra vez aquellos críos que se peleaban con los del pueblo de al lado con sus espadas de madera y sus sombreros de cow boy de plástico rígido, pero ahora iban armados con mazas y cinceles. Destruyeron los anclajes que sometían a la barca, liberándola de su estática condena. Las barcas se han de mecer, encabritarse al compás que les dicte el mar, han de retozar con él y dejarse acariciar. La suya es una relación sensual, han de estar en continuo contacto, en un cortejo sin fin. Le acudieron a la mente aquellos versos que leyó alguna vez: “Una barca en tierra, ¿hay algo más triste?”


© del texto JAVIER VALLS
BORJA
verano 1998

3 comentarios:

  1. Hola Javier!

    Los amigos de la infancia, son casi como hermanos.

    Nada más triste que exista algo que no sea utilizado para lo que fue creado.

    Un abrazo de domingo!

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  2. Te seguiré con interés, querido amigo.
    Y gracias por seguirme tan de cerca.
    Un abrazo.

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  3. COMENTARIOS EN FACEBOOK

    Enna Varaelf Talo
    No sé como he llegado hasta aquí, pero ha merecido la pena. Me gusta esa barca, me encantaría saber su nombre.
    El 21 de julio de 2009 a las 2:26 ·

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