martes, 22 de noviembre de 2011

Tempus fugit





—¡El siguiente! Buenos días, ¿qué desea?

—Hola, buenos días. Pues mire, le parecerá a usted extraño, e incluso inadecuado, pero yo he venido a cometer, o perpetrar, si así lo prefiere, un atraco. No sé qué me ocurre hoy, pero ya me he despertado con esa idea, y cuando a mí se me pone algo entre ceja y ceja, no hay quien me haga desistir del empeño.

—¡Huy! ¿Y eso? ¿Es que padece usted algún trastorno obsesivo compulsivo? O... ¿qué sé yo?..., ¿de capítulos de manía, quizás? ¿O simplemente es fruto de una mala noche? Porque si se trata de esto, he de decirle que la valeriana obra milagros, oiga. Verá, mi suegra...

—No, no. Nada de eso. De lo único que sufro a veces es de flato ¡que es de molesto...!, Sobre todo para los demás, claro.

—Pues se me va a tomar usted, después de cada comida, sin falta, esto que le anoto. Ha de dejar en infusión una pizca de lavanda, otra de poleo, y otra de albahaca campesina, junto a unos granitos de hinojo, ya sabe..., unos anises, y se lo bebe sin endulzar, que parece que lo amargo cure más ¿no cree?

—Muchísimas gracias; lo probaré, y ya le contaré el resultado. Si funciona, estoy seguro de que mis vecinos le quedarán eternamente agradecidos, porque cuando nos juntamos en el ascensor... ¡Bueno!, pero ahora quisiera...

—¡Ahí va! Es verdad. El atraco. Discúlpeme, pero se me había ido completamente de la cabeza... Siga usted, siga...

—Ante todo, no quisiera que creyera usted que me mueve el ánimo de lucro.

En absoluto. Dios me libre.

—Lo que me mueve a dar este paso es el ansia de refinamiento que siempre me ha acompañado, y al cual no he podido acceder por falta de, seamos sinceros, liquidez. Pero una vez resuelta esta cuestión, ¿qué me impedirá satisfacer las exigencias de mi exquisito buen gusto, acceder a las cosas con apellidos, y, en definitiva, vivir como un maharajá, rodeado de lujos asiáticos?

—¡Ah! Sí; la Dolce Vita, mmm... Pero se me escapa lo de las cosas con apellidos...

—Sí, hombre; con apellido... Cosas como Perfume Francés, Zapatos Italianos, Jamón Ibérico, Café de Jamaica, Cuenta en Suiza...

—¡Ah! Ya capto la idea, pero me temo que le tengo que hacer una pequeña corrección. Querrá usted decir apellidos nobles, porque si a ello vamos, “de patata”, también es el apellido de “tortilla”, y si no fuese porque el autor quiere que éste sea un texto biensonante, también le diría que “en el culo” es el apellido de “grano”.

—Mmm..., tiene usted toda la razón. ¡Si es que con interlocutores así da gusto atracar!

—¡Bah! No tiene importancia..., uno, que es detallista... Por cierto, espere un momento, que voy a ir abriendo la caja fuerte. Como ahora las hacen con apertura retardada, pues eso, que mientras charlamos...

—Está usted en todo. Hay que ver, ¡qué eficiencia!, ¡qué celo! Lo dicho, vale usted todo lo que pesa, que no es poco, ciertamente.

—Y eso que estoy a biomanán, oiga, aunque con esta vida tan sedentaria y aburrida, ya se sabe... Pero, por favor, volvamos al fascinante tema que nos ocupa, que para una vez que le ocurre a uno algo emocionante...

—Eso, centrémonos en el asunto. Llegados a este punto, he de decirle que me empieza a caer muy bien, por lo que no quisiera que me tomara por un vulgar ratero sin escrúpulos, y deseo que sepa que he tenido que vencer muchas dudas antes de dar este paso.

—Sí, la ética... me hago cargo.

—¡Huy! No, nada de eso. Creo que me supravalora usted, y se lo agradezco en lo que vale, pero eran dudas de una índole más bien prosaica. Me explico: resulta que hoy es un día de esos de “¿Y ahora, qué me pongo?” Porque para mí, la indumentaria es muy importante. Ya se sabe que vivimos en la era de la imagen. Éste es mi primer atraco, y no quería ir demasiado peripuesto, ni parecer excesivamente informal.

—Le entiendo; la cara es el espejo del alma.

—Al fin me he decidido por este atuendo de sport urbano, un tanto casual, ¿qué le parece?

—Muy acertado, la verdad, y he de confesarle que el tono del polo resalta extraordinariamente el color de sus ojos.

—Muchísimas gracias; es usted muy amable ¿Sabe una cosa? Me resulta muy grato hablar con usted; me recuerda tanto a mi abuela..., excepción hecha de ese magnífico mostacho que luce, claro.

—Ahora es usted quien me halaga. El bigote es cosa de familia. También mi madre estaba muy orgullosa del suyo... Volviendo al tema del atavío, admito que es usted el caco más elegante que ha paseado su palmito por esta humilde sucursal, y si no se lo digo, reviento.

Mientras no me salpique, le quedaré eternamente agradecido por esas palabras, y bese usted los pies a su señora de mi parte, pero no crea que acababan ahí los problemas de atrezzo, no... Después venía el dilema del tocado, porque, a ver, ¿qué se pone uno en la cabeza para ir de atraco? Y no es que haya muchas opciones, que digamos: ¿Un pasamontañas? Demasiado calor. ¿Una media? Deforma las facciones. ¿Una máscara de Ronald Reagan? Muy “demodé”. ¿Un disfraz de Santa Claus? ¿En agosto? Y entonces, ¡Oh, inspiración!, recordé aquella sentencia de Nietzsche: “Hablar mucho de sí mismo es también un medio de ocultarse”. Así que decidí hablar y venir a cara descubierta.

—Y bien alta, oiga.

—Después, el modus operandi: más dudas, incertidumbre, indecisión y titubeos. ¡Usted dirá! ¿Armas? Soy no violento. ¿Gritos, zarandeos, empujones y amenazas? Toda la vida en colegio de pago, eso pesa. ¿Rehenes? No, por Dios, no son nada prácticos; cuando no tienen pis, tienen pos, o se ponen a dar a luz. Además, yo soy de la opinión que todo se puede arreglar con educación, urbanidad y buenos modales, como estamos poniendo de manifiesto ahora mismo, porque no todo depende solamente de la iniciativa del atracando; también cuenta, y mucho, la buena disposición y receptividad del atracado. ¿Está conmigo?

—Totalmente. Sepa usted que me tiene al borde de las lágrimas, pues su sensibilidad hace mella en la mía y siento que se me pone en la garganta un nudo de tal magnitud que siento hasta retortijones de la emoción. ¡Mire! Ya se abre la caja fuerte. Bueno, vamos a ver ¿dónde metemos el dinero? ¿Ha traído usted maletas, cajas, sacos o algo...?

—¡Huy! Pues no. Preocupado como estaba por el “look”, se me ha ido el santo al cielo en ese aspecto.

—Bueno, yo le puedo dar la bolsa del bocadillo, mas le advierto que, aparte de que hoy es de revuelto de ajetes y huele que alimenta, no le va a caber casi nada, porque tenemos la caja a reventar.

—Oh, mon Dieu! Creo que debería haber visto más películas de gánsteres y hampones, pues me veo un poco “verde”. ¿Qué me aconseja usted, que debe tener mucha más experiencia que yo en esto del latrocinio?

—Pues como no quiera que se lo mandemos por Seur...

—Ahora que lo pienso, ¿no me había dicho que estaba a biomanán?

—Sí; lo tomo de postre. Uno después de cada comida, y no hay manera, oiga.

—Pues vaya fastidio... ¡Ah! ¡Ya está! ¡Lo tengo! ¡Eureka! ¿Cómo no se nos habrá ocurrido antes? Ábrame una cuenta, y me lo ingresa todo en ella. Así, el dinero sigue estando en el banco, y usted gana un cliente, ¿hace?

—Oh, là, là! (Yo también estudié francés en el colegio, que lo sepa) C’est fantastique! Superbe! (¿lo ve?). No sólo es usted un atracador modélico, sino que además es un genio de las finanzas. Una operación limpia, completamente transparente, y encima obtenemos una cuenta multimillonaria. Al director le va a dar algo, se lo aseguro.

—Pero he de decirle, en honor a la verdad, que a la hora de hacerme cliente suyo he tenido muy en cuenta la calidad del servicio y el trato personalizado.

—Me honra profundamente; siempre guardaré un grato recuerdo de este día.

También yo, aunque no será como lo tenía previsto. Verá, usted sabe que todos los grandes momentos de la vida se han de recordar con una gloriosa banda sonora de fondo (yo había pensado en algo solemne, pero sencillo, como el “Valse Triste” de Sibelius), pero en todo el rato que estoy aquí no he cesado de oír el repiqueteo de ese martillo neumático que hay ahí afuera...

—Pues sí, ya hace unos días que no paran de jorobar, con perdón por lo de paran... Ayer, precisamente, me preguntaba yo si no estarían haciendo un butrón para atracar el banco.

—Pues imagínese la cara que se les quedaría al ver que ya estaba atracado, ¡ja, ja, ja...!

—¡Sí! ¡Ja, ja, ja! ¡Qué bueno! ¡Ja, ja, ja...! Ahhh...

—¡Huy! ¡Pero si es tardísimo! Me temo que ha llegado el amargo momento de la despedida, pero no le voy a decir adiós (¡no podría!), sino Au revoir, mon cher ami!

—¡Cuánto lo siento! Debería ser como dice la canción: “Relooooj, no marques las hoooras...”

Tempus Fugit, amigo mío.

—Sí, rosa, rosa, rosam, rosae, rosae, rosa. ¡El siguiente! Buenos días, ¿qué desea?



© del texto JAVIER VALLS BORJA
octubre 2000



©fotografía  pablosanz (fuente flickr), publicada bajo una licencia Creative Commons

9 comentarios:

  1. jajajajajaja! que atraco más simpático....!!! muy gracioso. Saludos!!! ah eso me recuerda que no es lo mismo un hombre con un cuento suizo que un hombre con una cuenta en suiza.... au revoir mon cheri ami!

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  2. Buenísimo Javier, jajjaaaaa!!! Me he divertido muchísimo leyéndolo, además es de un cínico subido (el relato, claro) Adeu!

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  3. ¡Gracias! Me alegro de haberos hecho reir.

    Besos.

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  4. Buenísiiiiimoooooo. Jajajajaja,pero qué original eres de verdad!!!!!.

    Elen.

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  5. ¡¡¡¡GENIAL!!!!
    y te escribo deprisa por la hora que es, mañana leo el otro que me has dejado, pero tú, Javier, ¿tienes publicado?..tú tienes que publicar, amigo mío, si es que no lo has hecho ya..estas cosas, tus cosas, no puden estar tan perdidas en tu blog... tú me entiendes...
    Eres un maestro con la palabra escrita, Javier, lo que daría por ver tus textos bien publicados...
    Un abrazo muy fuerte. Gracias

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  6. Pues no, Sofía, no tengo nada publicado. Ni siquiera he tenido la tentación de hacerlo, ya que no tengo mucho material escrito, y mucho menos acabado. Tres novelas empezadas, bueno, ahora cuatro, aunque una de ellas jamás verá la luz, ya que, como casi todo inicio en la escritura, es pésima. Quizá si algún día terminara alguna de ellas me podría plantear el publicarlas,o bueno, al menos intentarlo.

    Gracias, como siempre, por tu visita y por tus palabras de aliento, que siempre me empujan hacia arriba.

    Beso

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  7. COMENTARIOS EN FACEBOOK

    Ana María Arroyo
    INGENIOSO, DIVERTIDO Y MUY BIEN ESCRITO!!!!!
    Jaaajjajajjaa!! Es muy, muy bueno!!
    Me marcho de nuevo con mis niños, hasta pronto!!
    El 16 de julio de 2009 a las 14:12 ·

    María Jerez
    Jajajaja, me has hecho pasar un buen rato, Javier!!! Estupendo relato, divertidísimo humor del absurdo.
    El 16 de julio de 2009 a las 18:08 ·

    Javier Valls Borja
    Gracias, Ana. Gracias, María. Me alegro mucho de haberos hecho, al menos, sonreir.
    Besos.
    El 16 de julio de 2009 a las 18:09 ·

    Luis Vaquero
    Excelente y divertido Javier.
    El 18 de julio de 2009 a las 4:21 ·

    Javier Valls Borja
    Gracias, Luis, muy amable. Encantado de tener lectores como tú.
    El 18 de julio de 2009 a las 9:34 ·

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  8. Si he de decir lo que más me gusta, es ese lenguaje tan educado y selecto que se gastan. De mayor me gustaría llegar a escribir así. Lo intento, pero yo a las tres líneas ya he dicho todo lo que se me ocurre.

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    1. En cambio, yo sé cómo contar las cosas, pero a veces no sé qué contar; quizá debiéramos hablarlo.

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