martes, 29 de septiembre de 2009

Espuma de mar 1/13

El cielo se había licuado y se precipitaba, pertinaz, sobre la isla. La primavera se estaba eternizando aquel año, sin querer dejar paso al estío, el anhelado verano, que se veía postergado por la extravagancia de una naturaleza caprichosa y no siempre puntual a sus citas. Privados de la línea del horizonte, que quedaba tras la densa cortina de agua, cielo y mar eran uno. Cielo gris, plomizo; mar gris, opaco. ¿Dónde estaba el sol? ¿Brillaría en algún lugar? ¿Seguiría existiendo? El encanto de la primavera estriba en su condición de preludio estival; cuando actúa como prolongación del invierno puede resultar odiosa.

La lluvia era absorbida por la arena, cuando ya millones de gotas habían dejado su impronta en ella, dándole aspecto de no haber sido hollada jamás. ¿Has paseado alguna vez por la playa en pleno aguacero? Es el sonido del fin del mundo, agua sobre agua, y detrás nada, silencio absoluto. Y por más que te esfuerces, aunque te esté mojando los pies, no puedes escuchar el mar, tienes que recurrir a la caracola.

“¡Que llueva, que llueva, la Virgen de la Cueva...! ¡Que sí! ¡Que no! ¡Que caiga un chaparrón...! No por favor, Virgen de la Cueva, te lo suplico, haz que deje de llover, que los pajaritos canten, que las nubes se levanten...”, pensaba Álvaro apostado en la ventana de su cuarto. Apenas podía ver el mar a su través, de un lado empañada por su propio vaho, del otro surcados los cristales por regueros de agua.

© del texto JAVIER VALLS BORJA
primavera 2000

1 comentario:

  1. COMENTARIOS EN FACEBOOK

    Angel Utrillas Novella
    Un comienzo prometedor Don Javier, siga usted cuando pueda que por estos lares le aguardaremos.
    El 29 de septiembre de 2009 a las 7:26 ·

    Poma Algú R B
    Quiero mas...
    :)
    El 29 de septiembre de 2009 a las 9:33 ·

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