lunes, 30 de noviembre de 2009

Cita


© de la fotografía Inma :) (fuente: flickr)
publicado bajo una licencia Creative Commons

En literatura no hay temas buenos ni temas malos, hay tan sólo temas bien o mal tratados.

JULIO CORTÁZAR

domingo, 29 de noviembre de 2009

CROAC 4/20


© de la fotografía David Oupakis (fuente: google)
www.davidstoupakis.com

Y entonces lo vi: alrededor de las farolas del paseo marítimo la lluvia era oscura, y dejaba un manto oscuro en el suelo, en la zona iluminada por el feo resplandor de las lámparas de sodio. Oscuro y móvil. Me froté los ojos, y volví a mirar afuera, mas seguía viendo lo mismo. No daba crédito a lo que mi cerebro me decía ver, en contraposición a lo que mi razón se negaba a aceptar. Salí al balcón y me agarré con fuerza a la barandilla, adelantando el cuerpo e intentando enfocar la vista. ¡No, no podía ser! Aquello había de ser una alucinación, un desvarío producido por la falta de sueño... ¡Estaban lloviendo ranas! Yo lo estaba viendo, estaba presenciando, sin ningún género de dudas, lo que siempre había ridiculizado cuando lo oía contar a los mayores. Si siempre me había reído de los crédulos que se tragaban esos cuentos supersticiosos, tachándolos de ignorantes y bobalicones, ¿había de ser yo ahora el objeto de las pullas de los demás? Decidí que no iba a confesar aquello a nadie, pues nadie me iba a creer. Ni siquiera yo tenía muy claro lo que estaba ocurriendo, no sabía si estaba cuerdo o aquello era una jugarreta de mi mente, que hacía que yo lo estuviera viendo y oyendo... oía a las ranas croar, y el croar de las ranas llovidas se unía al de las ranas de las pozas, que cada vez estaban más excitadas.


© del texto JAVIER VALLS BORJA

junio 2006

Cita


© de la fotografía Robert Burdock (fuente: flickr)
publicado bajo una licencia Creative Commons

La enorme multiplicación de libros, de todas las ramas del conocimiento, es uno de los mayores males de nuestra época.


EDGAR ALLAN POE

jueves, 26 de noviembre de 2009

CROAC 3/20


© de la fotografía QUiNmela (fuente: flickr)
publicado bajo una licencia Creative Commons

Me levanté de la cama, cansado de dar vueltas de forma tan improductiva y, movido por una extraña sensación, me acerqué al balcón intentando atisbar el exterior. Afuera llovía, más bien diluviaba, y los regueros de agua en la ventana no me permitían ver nada aparte de mi reflejo distorsionado en el cristal; tenía mala cara. Abrí las dos hojas del ventanal y asome la cabeza, que quedó empapada en pocos instantes. El frío de la noche y el agua en el rostro me acabaron de despejar, lo había conseguido, ya estaba totalmente desvelado. Del mar sólo se vislumbraba la blancura violenta de la espuma contra el fondo negro de las tinieblas. De vez en cuando se adivinaba la línea del horizonte a la luz de los relámpagos lejanos.


© del texto JAVIER VALLS BORJA

junio 2006

Cita


© de la fotografía nicassaurusrex (fuente: flickr)
publicado bajo una licencia Creative Commons

Nunca leo los libros si he de hacer la crítica: somos tan influenciables...


OSCAR WILDE

CROAC 2/20


© de la fotografía cláudia gabriela marques vieira (fuente: flickr)
publicado bajo una licencia Creative Commons

Los truenos no habían dado tregua al silencio nocturno, truenos de esos desgarradores, de los que te despiertan si has tenido la fortuna de haberte podido dormir, de los que no te dejan dormir si todavía estás despierto. Las olas embravecidas por el temporal castigaban los guijarros de la playa una y otra vez, brooooomm, una y otra vez, brooooomm, una y otra vez, brooooommm...

Desde hacía una semana, las ranas de las pozas que se formaban en la desembocadura del río estaban eufóricas, no dejaban de croar en todo el día, ni en toda la noche, simplemente, no dejaban de croar. No sé cómo alguna vez llegué a pensar que me resultaba grato ese ruido horrísono.


© del texto JAVIER VALLS BORJA
junio 2006

miércoles, 25 de noviembre de 2009

CROAC 1/20


© de la fotografía [phil h] (fuente: flickr)
publicado bajo una licencia Creative Commons

Mayo comenzó lloviendo. No parecía mayo, sino más bien febrero o marzo. Ya estaba muy avanzada la estación para aquellas tormentas grises e invernales, de vientos rompeparaguas y frío tocapelotas. Abril había sido soleado y cálido, ¡quién lo iba a decir, abril aguas mil!, y en cambio ahora, ya ves. No sabía si aquello era un mal presagio o el augurio de un verano fresco... En todo caso, aquel día no me gustaba.


© del texto JAVIER VALLS BORJA

junio 2006

martes, 24 de noviembre de 2009

Cita


© de la fotografía mharrsch (fuente: flickr)
bajo una licencia Creative Commons


Nunca me avergonzaré de citar a un mal autor si la frase es buena.

SÉNECA

lunes, 23 de noviembre de 2009

Cita


© de la fotografía Agustín Gomila


Ocurre con los libros lo que con los hombres: un número muy reducido tiene gran importancia; los demás andan confundidos entre la multitud.


ADOLFO BIOY CASARES

sábado, 21 de noviembre de 2009

Cita



Un libro puede llevar un título que incite a leerlo; aún más: un título puede sugerir tantos pensamientos, puede ser tan expresivo, que nos quite el deseo de leer el libro.


SÖREN KIERKEGAARD

viernes, 20 de noviembre de 2009

El beso


© de la fotografía Vidiot (fuente: flickr)


Acerco mi ávida boca a la suya, generosa, siempre dispuesta a recibirme, presagiando el placer del contacto. Deleitándome con el aroma que emana de ella, recreándome en la anticipación del placer.


Me aproximo despacio y siento su calor en mis manos, que se amoldan perfectamente a sus formas, en un acoplamiento íntimo, perfecto, mil veces ensayado, mil veces consumado.


Nunca salió de ella nada que no fuera placentero, que no satisficiera mis sentidos, que no calmara mi sed o me reconfortara en el frío del invierno, en los momentos de bajón, de soledad.


No dice nada, se podría pensar de ella que es fría y dura, rígida, inflexible..., cuando casi siempre es cálida, ardiente, frágil. Necesita ser tratada con mimo, con delicadeza; le va en ello la vida.


La acaricio lentamente, paso los dedos por los bordes de su boca, pero el ansia del contacto se torna apremiante, urge, precipita el encuentro, y mi boca se entreabre para recibir la suya, despacio, muy despacio, y ella se vuelca, se vacía en mí, me da todo lo que tiene, hasta la última gota.


Cuando nos separamos, algo ha cambiado; mi taza está vacía y el café que contenía me empuja a seguir adelante hasta que mi boca vuelva a buscar, golosa, la suya.


© del texto JAVIER VALLS BORJA

noviembre 2009

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Cita


© de la fotografía giveawayboy (fuente: flickr)

El principal enemigo de los libros no es Internet, sino “los hombres, que los queman, los censuran, los encierran en bibliotecas inaccesibles y condenan a muerte a quienes los han escrito“

UMBERTO ECO

martes, 17 de noviembre de 2009

Cita


© de la fotografía Son of Groucho (fuente: flickr)

Creo que la televisión es muy educativa. Cuando alguien la enciende me voy a leer un libro.


GROUCHO MARX

lunes, 16 de noviembre de 2009

Cita


© de la fotografía FXR (fuente: flickr)

Los libros sólo pueden tener dos olores: el olor a nuevo, que es bueno, y el olor a viejo, que todavía es mejor.

RAY BRADBURY

domingo, 15 de noviembre de 2009

El metrópata


© de la fotografía Victor Espinoza (fuente: flickr)

Aquest relat es va presentar al "3r Concurs de Relats Curs Online de TMB (Transports Municipals de Barcelona)", no havent quedat classificat entre els finalistes.


EL METRÓPATA



En som molts els qui no volem ser colgats en morir-nos i, en canvi, ens passem mitja vida soterrats al metro. La gent ho fa per pura necessitat, és clar. Jo, no. Jo ho faig per gust, o, si més no, per una altra classe de necessitat, encara que, si t'ho mires bé, ací baix no s'hi està malament: sempre és de dia, malgrat siga un dia artificial i limitat a l'àrea de les andanes, i mai no plou, ni fa gaire fred, ni gaire calor, ni gaire res.

A mi no m'agrada la gent, em sent incòmode si trobe envaït el meu espai vital. Per això, sempre porte un llibre que em fa d'escut davant la resta de la humanitat, que em permet mirar a un altre lloc encara que estiga al bell mig d'un vagó atapeït de viatgers. Al principi només passava la vista per sobre les pàgines sense assabentar-me'n ni molt ni poc del que hi posava, però, a força d'insistir, vaig anar prenent afició, fins al punt de passar-me'n d'estació més d'una vegada, endinsat en la història. La lectura em feia més suportable la proximitat de la multitud.

Quan El perfum, d'en Patrick Süskind, va caure en les meues mans, vaig descobrir un altre món; millor dit, vaig descobrir la flaire d'aquest. Submergit en l'epopeia de l'assassí de l'evanescent regne dels olors, com deia la contraportada, flairava quan ell flairava, olorava amb ell, ensumava l'aire cada vegada que ell ensumava l'aire, i així vaig arribar a reconèixer els viatgers que feien cada dia el mateix trajecte que jo, als quals no haguera reconegut pel seu rostre. Tanmateix, de tant en tant, els reconeixia també pel carrer o al cinema. Ningú no te el mateix olor que un altre.

Vingueren altres lectures, però aleshores el meu olfacte ja tenia entitat pròpia i vaig continuar amb el costum de “veure” la gent pel seu aroma. Així anava, fins que va aparéixer la Maria Turner, un personatge que em va fascinar des de les pàgines de Leviatan, d'en Paul Auster. Aquesta dona em va ensenyar a fer el mateix que ella feia: seguir un desconegut elegit a l'atzar, fer-li fotos i inventar-se una vida per a eixa persona. D'ençà de llavors, vaig començar a seguir les persones que m'atreien pel seu olor, i hores d'ara sé on treballen, on viuen, en quines botigues compren i com els agrada divertir-se. En tinc un informe detallat de cadascuna.


Però aquesta afició s'ha convertit en una necessitat a jornada completa, i clar, m'han fet fora de la faena. Ja no puge als trens, perquè no tinc on anar si no és seguint algú. Bellvitge, Drassanes, Encants, Barceloneta, Sants... ara jugue cada dia en una estació nova, per a no despertar sospites. Espere assegut en un banc de l'andana que alguna flaire especial penetre els meus narius, i aleshores, comença el joc, el seguiment del emisor de l'olor en qüestió, que pot durar dies sencers. És fascinant, anar-li al darrere a una persona i veure tot el que fa, com es comporta, com es relaciona, com viu...

Com que s'han acabat els meus estalvis, he hagut de trobar la manera de compaginar afició i font d'ingressos, i de tant en tant he d'alleugerir les butxaques d'algun dels meus objectes d'estudi, però només ho faig amb els que sé que tenen més diners que no es mereixen. Potser siguen reminiscències de quan vaig llegir Robin Hood. Però si de vegades algun d'ells no s'hi ha mostrat molt d'acord, l'he hagut de matar i, el que és pitjor, desfer-me'n del dossier amb les seues dades, fruit d'una laboriosa investigació. Son els imponderables, què hi farem!

El joc és així, de vegades et toquen fitxes bones i de vegades, no.


© del text JAVIER VALLS BORJA

abril 2009

El metrópata


© de la fotografía cnynfreelancer (fuente: flickr)


Este relato, escrito inicialmente en catalán, fue presentado al "3r Concurs de Relats Curs Online de TMB (Transports Municipals de Barcelona)", no quedando clasificado entre los finalistas. Lo traduzco aquí al castellano para la gran mayoría de mis lectores aunque, para los que sepáis catalán, os recomiendo que leáis el original, más cuidado que la traducción prácticamente literal.

EL METRÓPATA

Somos muchos los que no queremos ser enterrados al morir y, en cambio, nos pasamos media vida sepultados en el metro. La gente lo hace por pura necesidad, eso está claro. Yo, no. Yo lo hago por gusto o, tal vez, por otra clase de necesidad, aunque, si lo miras bien, aquí abajo no se está tan mal: siempre es de día, aunque sea un día artificial y limitado al área de los andenes, y nunca llueve, ni hace demasiado frío, ni demasiado calor, ni demasiado nada.

A mí no me gusta la gente, me siento incómodo si encuentro invadido mi espacio vital. Por eso, siempre llevo un libro que me hace de escudo ante el resto de la humanidad, que me permite mirar a otro lado aunque esté en medio de un vagón atiborrado de viajeros. Al principio solamente pasaba la vista por encima de las páginas sin enterarme ni mucho ni poco de lo que decían, pero, a fuerza de insistir, fui tomando afición, hasta el punto de pasarme de estación más de una vez, enfrascado en la historia. La lectura me hacía más soportable la proximidad de la multitud.

Cuando El perfume, de Patrick Süskind, cayó en mis manos, descubrí otro mundo; mejor dicho, descubrí la fragancia de este. Sumergido en la epopeya del asesino del evanescente reino de los olores, como rezaba la contraportada, olfateaba cuando él olfateaba, olía con él, husmeaba el aire cada vez que él husmeaba el aire, y así llegué a reconocer a los viajeros que hacían cada día el mismo trayecto que yo, a los que no hubiera identificado por su rostro. Asímismo, de vez en cuando, los reconocía también por la calle o en el cine. Nadie tiene el mismo olor que otro.

Vinieron otras lecturas, pero para entonces mi olfato ya tenía entidad propia y continué con el hábito de “ver” a la gente por su aroma. Así iba, hasta que apareció Maria Turner, un personaje que me fascinó desde las páginas de Leviatan, de Paul Auster. Esta mujer me enseñó a hacer lo mismo que ella hacía: seguir a un desconocido elegido al azar, hacerle fotos, e inventarse una vida para esa persona. Desde entonces, empecé a seguir a las personas que me atraían por su olor y, a día de hoy, sé dónde trabajan, dónde viven, en qué tiendas compran y cómo les gusta divertirse. Tengo un informe detallado de cada una de ellas.

Pero esta afición se ha convertido en una necesidad a jornada completa y, claro, me han echado del trabajo. Ya no subo a los trenes, porque no tengo adónde ir si no es siguiendo a alguien. Bellvitge, Drassanes, Encants, Barceloneta, Sants... ahora juego cada día en una nueva estación, para no despertar sospechas. Espero sentado en un banco del andén a que algún efluvio especial penetre por mis narices y, entonces, comienza el juego, el seguimiento del emisor del olor en cuestión, que puede durar días enteros. Es fascinante, ir tras una persona y ver todo lo que hace, cómo se comporta, cómo se relaciona, cómo vive...

Como se han acabado mis ahorros, he tenido que encontrar el modo de compaginar afición y fuente de ingresos y, de vez en cuando, he de aligerar los bolsillos de alguno de mis objetos de estudio, pero sólo lo hago con los que sé que tienen más dinero del que se merecen. Puede que sean reminiscencias de cuando leí Robin Hood. Pero si a veces alguno de ellos no se ha mostrado muy de acuerdo, lo he tenido que matar y, lo que es peor, deshacerme del dossier con todos sus datos, fruto de una laboriosa investigación. Son los imponderables, ¡qué le vamos a hacer!

El juego es así, a veces te tocan buenas fichas y a veces, no.


© del texto JAVIER VALLS BORJA
abril 2009

viernes, 13 de noviembre de 2009

Cita


© de la fotografía cod gabriel
(fuente: flickr)


Necesito encontrar un estilo para sentir un tema. Apruebo -en la escritura de la novela- el ideal de la palabra justa, precisa y exacta.

GUSTAVE FLAUBERT

jueves, 12 de noviembre de 2009

Cita


© de la fotografía A Journey Round My Skull (fuente: flickr)


Para mí, la primera entre todas las consideraciones es la de producir un efecto. Procurando ser siempre original (porque se traiciona uno mismo abandonando un medio de interés tan evidente y tan fácil), me digo, ante todo: entre los innumerables efectos o impresiones que el corazón, la inteligencia o, para generalizar más, el alma es más susceptible de recibir, ¿cuál es el único efecto que puedo elegir entre todos? Habiendo, pues, hecho elección de un asunto de novela y en seguida de un vigoroso efecto, busco si es mejor esclarecerlo por medio de ciertos incidentes o por el tono, o por incidentes particulares y un tono particular, o por incidentes extraños y un tono ordinario, o por una igual singularidad de tono y de incidente: y después, busco a mi alrededor, o más bien en mí mismo, las combinaciones de acontecimientos o los tonos que puedan ser más propicios para producir el efecto buscado.

EDGAR ALLAN POE

Espuma de mar 13/13


© de la fotografía ADRIANO AGULLÓ (fuente: flickr)


—Duelen, ¿eh? —preguntó Álvaro, refiriéndose o las grandes piedras de granizo que golpeaban el casco de la lancha, atronando sus oídos. Sacó la mano y cogió un puñado de ellas.
—Mira, parecen nueces.
—Sí. Se me va a llenar la cabeza de chichones —contestó Ana riendo entrecortadamente por la fatiga. —Y nos hemos calado hasta los huesos...

Ana asintió con la cabeza. Pese a la carrera, estaba tiritando, y frotándose los brazos con ambas manos dijo, en tanto que se arrimaba a Álvaro:

—Tengo mucho frío.

Él la abrazó con un abrazo grande, para darle el calor que ella necesitaba, y se mantuvieron así durante un buen rato. Su ropa empezaba a secarse entre nubecillas de vapor. Ana siguió temblando durante un rato. Ninguno de los dos hablaba. Al fin se le distendieron los músculos, rígidos por la tiritona, y pudo respirar hondo, mas no hizo nada por salir del cerco formado por los brazos y el pecho de Álvaro. Allí, en aquel útero protector, se sentía bien, estaba relajada, al amparo de aquel navío que ahora navegaba del revés, abrigada por su amigo. Ambos estaban experimentando sensaciones ni siquiera imaginadas hasta entonces. Se les agolpaban en la mente preguntas con nuevos enunciados, aunque ninguno de los dos se atrevió a decir nada, por temor a romper el hechizo. Él notó el relax que experimentó el cuerpo de Ana, pero tampoco deshizo el abrazo. Sentía ahora la calidez que despedía su cuerpo, el aroma limpio de su pelo mojado, y sentía que quería estar siempre así; sentía... no sabia qué era lo que sentía, sólo sabía que no quería dejar de sentirlo.

Tímidamente, acercó su boca a la de ella, y la besó. Fue un beso ingenuo y torpe. Y ella le devolvió el beso. Un beso tierno y limpio, blanco y fresco... como la espuma de mar.

Y el abrazo se hizo mutuo.

© del texto JAVIER VALLS BORJA
primavera 2000

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Cita

Desde hace mucho tiempo siento que me importan cada vez menos los libros. No me refiero, obviamente, a mis libros como lectora: me moriría como una planta sin agua sin la lectura de los clásicos, de los nuevos, de los que anuncian maneras originales de afrontar historias. Sin embargo, como autora me preocupa cada vez más que la palabra y las tramas se transmitan de otra manera.

Quien siente la literatura, y sabe que no sólo hablamos de páginas impresas, sino también de símbolos, de la herencia de otras mil historias antiguas, sabe que el libro no es sino un formato.

[...]

Antes de la obligación de la lectura y la escritura, (uno de los grandes avances occidentales ha sido esa alfabetización) lo audiovisual, las historias narradas, las parábolas pegadas a la tierra servían para lo mismo que las grandes novelas hoy en día. No estoy segura de que se encontraran tan desencaminados. Por si acaso, hoy por hoy, sigo viendo narraciones en otros lugares, fuera de cárceles de papel y tinta.


ESPIDO FREIRE

de su columna "The end", en ADN
viernes, 2 de octubre de 2009

lunes, 9 de noviembre de 2009

Espuma de mar 12/13

Un día decidieron explorar “el río”. Lo iban remontando saltando de roca en roca, se detenían en las charcas para observar a los renacuajos y cazar libélulas, y se comían las zarzamoras maduras que encontraban a su paso. Esa mañana no había amanecido muy clara, y el cielo se fue cubriendo paulatinamente de nubarrones de color de “panza de burra”, como llamaba el abuelo a las nubes de tormenta. Sintieron una ráfaga de viento frío, presagio de la inminencia del chubasco. El olor a tierra mojada precedió a las primeras gotas, lo que les hizo tomar apresuradamente el camino de regreso que, dado lo abrupto del terreno, no era fácil. Comenzó a caer un chaparrón como sólo allí sabía hacerlo y, para cuando se quisieron dar cuenta ya estaban empapados de agua. No es que a ellos les importase demasiado, lo que ocurría era que en casa les regañaban si volvían con la ropa mojada, cosa bastante habitual, por otra parte. Siguieron corriendo y llegaban casi a la playa cuando un furibundo pedrisco ametralló el mundo. Se refugiaron a toda prisa bajo el bote volcado. La lancha era grande y formaba una bóveda espaciosa que les permitía estar sentados en la arena, que allí debajo se mantenía seca.


© del texto JAVIER VALLS BORJA

primavera 2000

Cita


de la fotografía dpcom.fr© (fuente: flickr)


Los acontecimientos cotidianos pueden ser el germen de una narración. El escritor parte de ahí y luego el lector también. Nuestro arte consiste en captar la atención del lector.


PATRICIA HIGHSMITH

jueves, 5 de noviembre de 2009

Cita

Cualquier idiota puede escribir una novela, pero hay que ser un auténtico genio para venderla.


J. G. BALLARD

Espuma de mar 11/13

Había una zona de la playa donde solían jugar, junto a la desembocadura de lo que ellos llamaban “el río”, y que en realidad no era más que un torrente que sólo traía agua en época de lluvias. El resto del año, el lecho pedregoso bordeado de cañas y pinos se mantenía seco, y en él campaban a sus anchas adelfas, jaras y zarzas, feraces ese año por la abundancia de lluvias. Era una zona rocosa que no frecuentaban los bañistas. Junto a la desembocadura había, varados en la arena, tres grandes botes de los que se utilizaban con anterioridad a la construcción del puerto para embarcar naranjas en los cargueros extranjeros que fondeaban en la bahía. Álvaro había visto las fotos de su abuelo a bordo de aquellos botes que eran tirados por bueyes para sacarlos del agua. Aunque se caían de viejos, dos de ellos estaban aún dispuestos como si fueran a hacerse a la mar. El tercero estaba boca abajo, escorado a un lado. Allí jugaban ellos a contrabandistas, aventureros y corsarios, incluida Ana, que nunca consintió en ser una princesa en apuros.


© del texto JAVIER VALLS BORJA

primavera 2000

Cita

Lo esencial en un cuento es contenerse, no desbocarse, no vaciarse; el cuento tiene esa particularidad. Yo precisamente prefiero el cuento, sobre todo, a la novela, porque la novela se presta mucho más a las divagaciones.

JUAN RULFO

lunes, 2 de noviembre de 2009

Espuma de mar 10/13

Pasaron los primeros días de bonanza disfrutando de la novedad del encuentro, entre baños, juegos y competiciones de todo tipo. Robaban brevas, que saboreaban a pie de higuera, almendras que cascaban con piedras y uvas tan dulces que escocían en la garganta. Escribían mensajes y los metían en botellas que lanzaban al mar, observaban fascinados a los escarabajos peloteros en sus menesteres y cogían higos chumbos ayudándose de ramas en horquilla. Los abrían con la vieja navaja de pescador que había regalado a Álvaro su abuelo, y comían con deleite la pulpa jugosa y exquisita. El sol iba tostando su piel y Ana tenía ya la nariz salpicada de sus pecas características.

© del texto JAVIER VALLS BORJA
primavera 2000