miércoles, 2 de noviembre de 2011

Cuando la arruga no es bella




Un automóvil que, de tan viejo, hace creer en los milagros. Una anciana de pelo azul que se apea y, apoyándose en él con una mano, la otra en un bastón, lo rodea hasta llegar al otro lado, en un lapso de tiempo que parece inacabable. Abre la puerta y ayuda a bajar a otra mujer, infinitamente vieja, que debe ser su madre, su hermana, tal vez su hija: se parecen en el azul de sus cabellos, en la profundidad de sus arrugas, en la curva indigna de sus espaldas que les impide mirar al frente...

La sujeta cariñosamente y la conduce, desafiando a la gravedad y a las leyes del equilibrio, hasta la verja de una casa que está pidiendo a gritos una cuadrilla de albañiles, de jardineros, de pintores..., pero ellas parecen no oírlos, y avanzan, a duras penas, por el camino de entrada cubierto de hierbas.

El abajo firmante las mira con ternura, y piensa en él mismo cuando sea viejo, si es que algún día llega a ser tan viejo como esas mujeres, como ese coche, como esa casa...

Las dos mujeres se pierden de vista entre los arbustos que un día fueron hermosos.

©texto JAVIER VALLS BORJA
©fotografía macfacizar (fuente flickr), publicada pajo una licencia Creative Commons

12 comentarios:

  1. Me ha recordado a un poema de Carnero:

    …y yo, el giboso, el patizambo,
    me acuerdo algunas veces
    de la altivez biliosa de los jefes aqueos
    considerando la pertinencia del combate,
    inspiración segura de algún poema heroico
    cantor de esta campaña y su cuerpo de diosa:
    polvo para quien no la amó, sus versos humo.
    Es la decrepitud lo que enciende esta guerra.

    Pues eso, la decrepitud. Inexorable.

    ResponderEliminar
  2. A veces pienso lo mismo, "¿llegaré a vieja?", y de lo que me he dado cuenta hace mucho tiempo, es que ya soy vieja para muchos jovenes.

    ResponderEliminar
  3. La única vejez que no es hermosa, es la renegada, la contrahecha, la restaurada sin orden ni lógica. La vejez de los objetos les da valor material, por su arte escondido o por su manufactura original. Pero las personas... ¿por qué no a las personas les damos el mismo valor? La persona que en su edad joven tiene cierto valor humano, debe seguir teniéndolo a la ancianidad.
    No me pienso restaurar. Cierto que ya me tiño las canas, algo que siempre juré no hacer. Pero es que no hay rostro más feo que uno lleno de arrugas estiradas... sin expresión ni calidez.
    Abogo por la belleza de la arruga, siempre que la arruga no sea del alma.
    Besos miles

    ResponderEliminar
  4. Espero llegar,con las facultades mentales en condiciones...Si es que alguna vez las he tenido en orden.

    ResponderEliminar
  5. Entonces, Elena, ya hemos llegado a viejos, ¿no? ¡aunque no a ancianos! :)))

    Recuerdo que, cuando era muy pequeño, las personas de veinte años me parecían lo más mayor que se podía llegar a ser y a las de más edad las consideraba, sencillamente, como de otra especie, como si nunca hubieran sido jóvenes.

    De todos modos, ojalá nos pase lo que a las protagonistas de esta historia (real), que, aunque todo se desmorone a nuestro alrededor, siempre tengamos una mano tendida, para ayudar y para que nos ayuden.

    ResponderEliminar
  6. Bonitas las palabras de tu última frase, Lola, muy bonitas. Y es cierto que hoy se menosprecia y se rechaza la vejez, cuando antes los pueblos se regían por los consejos de sabios, formados por los ancianos del lugar (o los más viejos, ya que no todos llegaban a la ancianidad).

    Está claro que todo ha evolucionado a una velocidad pasmosa y la sociedad ha tenido que tomar direcciones muy distintas a las de antaño, pero de ahí a ningunear a los ancianos va un abismo, cuando su experiencia y su consejo pueden ser tan valiosos. Se me ocurre ahora mismo José Luis Sampedro, porque es una persona que no deja de estar de actualidad, pero estoy seguro que si escucháramos lo que se dice alrededor de una mesa donde un grupo de jubilados está jugando una partida de dominó, también podríamos sacar información muy útil. Habrá quien diga que esta es una forma ilusa de ver las cosas: pues que me expliquen cuánta sustancia son capaces de sacar del discurso político actual.

    ¿Estirarse? Allá cada cuál, si eso le va a hacer sentir mejor consigo mismo. A mí me choca mucho ver a una mujer que se ha estirado e intenta vestir a la última moda, al lado de su vetusto marido, o rodeada de sus amigas "viejas". Se pueden estirar las arrugas de la cara, pero no las de todo lo que te rodea.

    Y en cuanto a la belleza de la arruga... La arruga no es bella cuando es sinónimo de decrepitud, de desmoronamiento, de final...

    Beso.

    ResponderEliminar
  7. Pero si tienes una de las cabecitas mejor amuebladas que pululan por estos lares, Poma...

    ResponderEliminar
  8. Yo espero llegar con facultades mentales y económicas plenas para darme la gran vida. Las facultades mentales digo como Poma, se me suponen aunque no sé, no sé.

    ResponderEliminar
  9. Pues yo las facultades económicas plenas las quiero ¡ya! (Las otras tienen sus días).

    ResponderEliminar
  10. Conozco personas mayores, de unos 65 o 70 años, qué hablan de la vejez en futuro, dicen: "fulanito" ya está un "poco mal de la cabeza, claro fíjate lo mayor que es". Ese tal "fulanito" tiene 63 años, y ésto lo habla uno de 70. Donde está la vejez? el de 80 piensa que le queda mucho por vivir, y que los viejos, morirán antes que él. Los de 20... tantos, consideran viejos a los de 40... y tantos, y los de ésta edad, nos consideramos jovenes para continuar. ¿Entonces? ¿donde está la arruga que no es bella? porque yo tengo 39,no tengo arrugas , y las que me salen, son preciosas!!

    ResponderEliminar
  11. Es que la vejez es una de esas cosas —realmente tan relativas como tú las presentas— que "solo les pasan a los demás", Elena, como tantos otros asuntos que nos afectan directamente y de los cuales no queremos ni oír hablar.

    La arruga es bella en cuanto testigo de vida y, en ese sentido, cuantas más, mejor, pero cuando solo significa decrepitud, soledad y final, pierde toda la belleza que haya sido capaz de albergar; se convierte en un síntoma.

    No dudo que tus arrugas sean preciosas, como tu alma.

    Beso.

    ResponderEliminar