Caen las hojas, una, dos, diez, una vida, la mía. Mi último otoño, la estación más bella, amarilla, roja, lluvia... No existe el verde, verde insultante de los brotes, los renuevos, la vida. Caen las hojas y la morfina es insuficiente remedio para el mayor de los males. Humo. Viento. Viento que arrastra las hojas que caen arrastradas por el viento incapaz de arrastrar la muerte que se está llevando mi vida, esta vida que voy arrastrando porque no es vida ni muerte, solo otoño, la estación más bella. Sin esperanza. Sin resignación. Solo rabia. Otra hoja. Otoño. Estación. Estación término.
©texto JAVIER VALLS BORJA
©fotografía idlphoto (fuente flickr), publicada bajo una licencia Creative Commons
Rabia, eso es, mucha rabia, muchas hojas secas caídas, pisadas, rabia... eso es lo que siento, y lo que has escrito tan bien.
ResponderEliminarGracias Javier!.
Escribe esa rabia, Elena, que las emociones y los sentimientos fuertes pueden llegar a ser muy creativos.
ResponderEliminarBeso.
Mira que me gusta poco el otoño, nada la lluvia y menos que nada la melancolía de las hojas rojas-amarillas cayendo o caídas. Y sin embargo preciosa foto y magnífica ¿prosa poética? jejeejee
ResponderEliminarGracias, amigo. Es cierto que la foto es magnífica, y es que hay cientos de artistas anónimos que comparten sus creaciones en la red para disfrute de todo el mundo, como hacemos nosotros, ni más ni menos, jajajaaa...
ResponderEliminarEl otoño me apaga, sí... me apaga el ánimo, las ganas de salir, de hacer. Porque yo nací con el verano, con el último día de primavera.
ResponderEliminarPero la sensación que narras de muerte no aceptada, no resignada, de muerte en rabia, debe ser algo pavoroso. Horrible.
Que llegue ya la primavera, por favor.
Besos miles
Pues yo nací en mayo, un capullo en pleno mes de las flores, jajajaaaa... pero debo tener algún resorte estropeado porque me agrada mucho el otoño, sus colores, la lluvia, los sabores de la estación... lo único que no me gusta es el frío, pero es fruta del tiempo.
ResponderEliminarY la muerte, para mí, debería ser totalmente inesperada, y fulminante, sin dar tiempo a pensar ni a lamentarse de nada. Personalmente, admiro a esas personas capaces de enfrentarse a una enfermedad terminal con el ánimo tan bien dispuesto como si les garantizaran la vida eterna, y que no pierden jamás la sonrisa ni las ganas de luchar, aunque este tema es más propio de tu blog que del mío.
Pues eso, que yo estoy a gusto con el otoño... ("la estación más bella")
Beso.