La conoció en la radio, como a la mayoría de personas que vale la pena conocer. Lo enamoró su voz, rica en matices, sonora, dulce, fuerte en los énfasis.
La oyó y supo que era la mujer de su vida.
Hizo todo lo posible por hacer recíproca su pasión: llamadas cada día, con la excusa más tonta, mensajes por correo electrónico, sms, flores...
Nada.
Hasta aquel día en que coincidieron en el vestíbulo de la emisora, mientras sonaba el programa de la periodista estrella de la cadena y él dijo:
—Mereceríais estar tú al micrófono y ella en tu centralita.
Lo miró, enamorada.
©texto JAVIER VALLS BORJA
©fotografía santibon (fuente flickr), publicada bajo una licencia Creative Commons
Me encanta. Es lo que tenemos los que somos un poquito más así :)
ResponderEliminarSí, nos pueden las palabras... :)
ResponderEliminarSí y una cierta tendencia al ensoñación romántica :)
ResponderEliminarDespués nos damos el batacazo, pero ¡qué bonito mientras dura!
ResponderEliminarEso sí, jejeje
ResponderEliminar