sábado, 31 de marzo de 2012

Una sonrisa de fiesta mayor




Veo a Pío a través del cristal y sonrío; sonrío con una sonrisa amplia, desde dentro. Pío es el petirrojo que vuelve a casa cada otoño. Lo echaré de menos cuando viva lejos de aquí, de esta casa en la que he sido feliz, en la que se han forjado algunos de mis proyectos, la que ha visto cumplirse alguno de mis sueños.

La que ha visto frustrarse otros.

Pío se posa en los zumaques de octubre y su pecho encendido se funde con las hojas moribundas y hermosas, espléndidas en su muerte. Es diminuto, bello, de patitas de alambre, y ojos grandes, negros, como de mujer española. Cuando salgo, me acompaña por todo el jardín, observando lo que hago; es curioso como una vecina cotilla, de esas que necesitan de otras vidas para alimentar la suya propia, y me resulta chocante pensar en él como animal salvaje. 

Pío va y viene, envuelto en su aleteo silencioso y su trino bello, extraño, que se oye como lejano aunque esté sólo a un par de metros, ya digo que es extraño. Y bello.

Por las mañanas lo saludo con un suave ¡buenos días, Pío!, para no asustarlo, y él me observa ladeando la cabeza. A veces, cuando estoy quieto durante mucho tiempo, toma confianza y se va acercando cada vez más, osado o temerario, qué sé yo; no debería confiarse con los humanos. Observa mi labor con interés, como si quisiera aprenderla, y si lo miro de frente se aleja, alarmado por mi descaro. No dura mucho su inquietud y vuelve a acortar distancias.

Hay veces en que le pongo unas pasas, unas semillas, unos granos de avena machacada, pero casi siempre se lo roban las urracas y los gorriones. De todos modos, él prefiere hurgar en la tierra recién trabajada.

Lo echaré de menos, sí.

©texto JAVIER VALLS BORJA
octubre 2007 - marzo 2012
©fotografía juan_e (fuente flickr), publicada bajo una licencia Creative Commons

6 comentarios:

  1. Tener un compañero así es delicado, Javier. A mi me suena que si mencionas varias veces su nombre... sin más, se va.

    Un Saludo.

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  2. Com maneras de los grandes, a lo J.R. Jiménez. No pasa el tiempo para lo bonito.

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