jueves, 14 de junio de 2012

Quizás, quizás, quizás




El viaje de vuelta fue tenso, el aire del interior del vehículo estaba cargado de reproches no formulados, las mandíbulas de ambos apretadas hasta el dolor, las manos crispadas —ella clavándose las uñas en las palmas—, los labios comprimidos para no dar pábulo a la curiosidad del taxista. Ambos iban sentados lo más separados que les permitía lo reducido del habitáculo, mirando cada uno por la ventanilla de su lado. Él se había pasado y ella no había sabido manejar la situación. Abandonaron la fiesta ante el estupor de sus amigos, que asistieron atónitos al espectáculo.

Él fumaba, ignorando el cartel que lo prohibía; también el conductor encendió un cigarrillo, para aliviar la tensión que percibía en su nuca como algo físico. Ella lloraba en silencio e intentaba vislumbrar el rostro de él a través del reflejo del cristal. La ciudad pasaba de largo, pero ellos ni siquiera la veían. En la radio sonaba un tango triste; o tal vez fuera un bolero, quizás, quizás, quizás...

Ella buscó algo en su bolso, sin éxito. Lo cerró bruscamente, tirándolo a un lado y, cuando levantó de nuevo la vista, se encontró con el pañuelo que él le estaba ofreciendo. Tuvo el impulso de rechazarlo, mas al fin alargó la mano y lo aceptó. En él quedaron sus lágrimas teñidas de rimmel, pero no quiso sonarse la nariz por no parecer poco elegante. Se lo devolvió con un tímido, casi inaudible “gracias”, entrecortado por los sollozos, y él le rozó la mano al cogerlo.

Llovía en la noche y las gomas de los limpiaparabrisas rechinaban rítmicamente. Las luces se distorsionaban a través de los miles de gotas que salpicaban los cristales y de sus propias lágrimas. Aquello era el fin.

Ella pensaba, obsesivamente: “Después de esta noche, ¿qué hago si me llama? ¿y si no me vuelve a llamar?”

Él, ya más relajado, se deleitaba anticipadamente: "Los mejores polvos son los de la reconciliación..."



©texto Javier Valls Borja
octubre 2009 (revisado junio 2012)

©fotografía Brero (fuente flickr), publicada bajo una licencia Creative Commons

5 comentarios:

  1. Eso de las reconciliaciones me da la sensación de que es un mito, o leyenda urbana y si por añadidura ha sido tan grave como para mediar lágrimas, estás listo.

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    1. No sé, quizás deberías probarlo... quizás, quizás, quizás... :)

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  2. ¡¡Qué capullo!! si es que... los hombres siempre pensando en lo mismo!!

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  3. ¡A eso no les llega la neurona!

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