Dime
que sí, dí que lo entiendes, dime que lo harás. No fue fácil
para ti pedírmelo, lo sé, ni para mí lo fue el hecho de asumirlo;
mucho menos, realizarlo, pero lo hice. Llevabas años muriendo sin
morir, y pusiste en mis manos la responsabilidad de liberarte. No fue
un acto criminal, sino de amor; yo sólo fui el instrumento, la
cuchilla de afeitar de quien tiene la capacidad de cortarse las
venas. Te quería, te quiero, e hice lo que me pediste, sin calibrar
las consecuencias que pudieran derivar de tal acto. Pero han llegado,
finalmente. No hablo del cautiverio, ni de remordimientos, sino de
soledad. Ahora necesito que lo hagas tú por mí, no por salir de la
cárcel, porque afuera nada tiene sentido, sino porque te echo de
menos. Dime que me quieres, dime que sí, por favor, dí que lo
entiendes, dime que lo harás.
©texto JAVIER VALLS BORJA
marzo 2013
©fotografía Alvaro Nistal (fuente Flickr), publicada bajo una licencia Creative Commons
Mi ignorancia es tan enorme, que al leerlo he interpretado varias circunstancias. No me atrevo a comentarlas, ya sabes... miedo al ridículo más absoluto detrás de una pantalla de ordenador por la cual nadie te vé.
ResponderEliminarDe todas las maneras, en todas mis variables obtenidas de tu texto, es increíble el final.
Querida Elena, no hay lugar para el ridículo en este blog, y menos tratándose de ti. Los textos solamente son del autor mientras permanecen inéditos; a partir de su publicación, cada lector los hace suyos a su manera, sin tener que dar explicaciones por ello.
EliminarGracias por venir, una vez más.
Beso.