El día había sido magnífico, luminoso, con un algo en el aire que hacía presagiar el triunfo. Yo me sentía seguro, ¿cómo no iba a hacerlo, si sabía que había llegado mi momento de gloria?
El cénit, la cumbre, la inmortalidad... En mi mente no cabían mejores ni más grandes calificativos para mi próxima obra, la maestra, la definitiva, aquella por la que se me iba a recordar... Lo más, como decía el imbécil de mi marchante.
Atardecía cuando rasgué las telas, rompí los pinceles, los caballetes...
Los pateé. Arrastré muebles, derribé puertas a patadas, destrocé cristales.
Un aroma a jazmín impregnaba el aire, no en balde estrenábamos verano, y se mezclaba con el olor acre del aceite de linaza, del azul de Prusia, el rojo bermellón, el amarillo cadmio, el blanco de zinc...
Con la noche ya cerrada amontoné todo en una pira que rocié generosamente con esencia de trementina de la mejor calidad, le prendí fuego y, finalmente, me inmolé lanzándome a la hoguera. Era la víspera de san Juan.
Con la llegada del nuevo día, todos los diarios hablaban, por fin, de mí.
©JAVIER VALLS BORJA
mayo 2013
Este texto fue escrito para el concurso de mayo de "El ballet de las palabras", habiendo quedado en tercer lugar.
Amigo Javier, tienen que haber sido excelentes los dos primeros para colocar a este en el tercer lugar. Me gustó muchísimo.
ResponderEliminarUn abrazo
José, ya sabes aquello de la subjetividad en los jurados... y en los amigos. Gracias.
EliminarUn fuerte abrazo.
Es tentadora la perspectiva del pintor... excepto salir en los diarios. Coincido con José.
ResponderEliminarAlgún día saldremos en los diarios, los tres, aunque tú no quieras :)
EliminarMenos mal que El Caso ya no se publica...
Eliminar¡Cómo eres! jajajaaa... En ese caso estaríamos a puntito de salir en primera plana, con la que se ha liado en el pueblo...
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