jueves, 10 de abril de 2014

El hombre al que le gustaba reír y comer melocotones

Le entusiasmaban los melocotones y le encantaba reír, aunque la combinación resultó fatal. Se había pasado la vida riendo y comiendo melocotones, y nunca le había pasado nada, pero aquello le hizo tanta gracia que estalló en una risa incontrolable, incontenible, salvaje, y rió y rió hasta quedarse sin respiración y, al intentar tragar un poco de aire para no asfixiarse, se engulló el hueso del melocotón que tenía en la boca. Ni tan solo tosió, se ahogó directamente, y así se quedó, con un sonrisa feliz en los labios. Murió como siempre había deseado hacerlo, comiendo melocotones.

Lo enterraron en la tierra de sus padres, en medio de un mar rojo de amapolas y bajo un cielo azul cielo; y se acabó el verano, y el otoño pasó sin aspavientos, y en invierno el mar ya no era rojo sino que era blanco de nieve, que la primavera deshizo. Y la tierra se bebió la nieve, que entonces era agua, y cobró vida. Y el hueso, que habían enterrado con el cuerpo que ahora volvía a ser tierra, germinó y se convirtió en un magnífico melocotonero que daba unos frutos grandes, dorados de sol y forrados de terciopelo, jugosos y dulces como la miel. Y dicen que todo el que comía un melocotón de aquel melocotonero experimentaba una repentina felicidad y unas incontenibles ganas de reír, y el corazón se le llenaba de latidos y el alma de luz, y también dicen que nadie  puede morir ahogado con la simiente de aquellos melocotones, porque no tienen simiente; son estériles y, en cambio, te dan la vida al hacerte reír.

Este relato fue escrito para el II Premi de Microrelats La Nau, del Centre Cultural La Nau de Castelló de la Plana en su edición de 2010, en el cual quedó finalista, y cuyo original en catalán puede leerse a continuación.


L'home a qui li agradava riure i menjar préssecs


Aquest relat va estar finalista del II Premi de Microrelats La Nau, del Centre Cultural La Nau de Castelló de la Plana, a l'any 2010.


Li encisaven els préssecs i li encantava riure, tot i que la combinació va resultar fatal. S'havia passat la vida rient i menjant préssecs, i mai no li havia passat res, però allò li va fer tanta gràcia que esclafí en una rialla incontrolable, incontenible, salvatge, i va riure i riure fins a quedar-se sense respiració i, a l'intentar empassar-se un poc d'aire per a no asfixiar-se, es va engolir el pinyol del préssec que tenia a la boca. No va ni tossir, es va ofegar directament, i així es va quedar, amb un somriure feliç als llavis. Va morir com sempre havia desitjat fer-ho, menjant préssecs.

El van soterrar a la terra dels seus pares, en mig d'una mar vermella de roselles i baix d'un cel blau cel; i es va acabar l'estiu, i la tardor va passar sense fer renou ni brogit, i a l'hivern la mar ja no era roja sinó que era blanca de neu, que la primavera va desfer. I la terra es va beure la neu, que aleshores era aigua, i va cobrar vida. I el pinyol, que havien soterrat amb el cos que ara tornava a ser terra, va germinar i es va convertir en un magnífic presseguer que donava uns fruits grans, daurats de sol i folrats de vellut, sucosos i dolços com bresca de mel. I diuen que tot el que es menjava un préssec d'aquell presseguer experimentava una repentina felicitat i unes incontenibles ganes de riure, i el cor se li omplia de batecs i l'ànima de llum, i també diuen que ningú no es pot morir ofegat amb el pinyol d'aquells préssecs, perquè no en tenen, de pinyol; són estèrils i, en canvi, et donen la vida en fer-te riure.

© JAVIER VALLS BORJA

miércoles, 9 de abril de 2014

Morriña

—¿Por qué lloras?
—Añoranza.
—¿De tu tierra?
—De mi mar...

© JAVIER VALLS BORJA

domingo, 6 de abril de 2014

Una ilusión, una sombra, una ficción

El supermercado, aun anodino y desangelado, supone un refugio contra las calles ventosas de un jueves cualquiera. Una cajera despeinada, con bolsas de sueño y desilusión en los ojos, atiende la cola taciturna de gentes sin trabajo, sin amor, sin vida, con bolsas de sueño y desilusión en los ojos. Las dos empleadas que manipulan el pan recién hecho contestan distraídamente a la pregunta de un cliente despistado, enfrascadas como están en su conversación:

—Pero... es muy bajito, ¿no?
—Mujer, bajito no; lo que le falta es altura.
—Bué...
—Y, además, es muy trabajador.
—Eso es verdad.
—Chica, yo le voy a decir que sí.

Y continúan con su tarea multiplicadora de panes.

El abajo firmante no esconde la sonrisa que le produce ese destello de ilusión en un mundo gris, y se dispone a formar parte de la cola.

© JAVIER VALLS BORJA

miércoles, 2 de abril de 2014

Haiku de espuma de mar

Rompen las olas
en blancas filigranas,
espuma de mar.

© JAVIER VALLS BORJA