lunes, 21 de septiembre de 2009

Extracto

El viajero escribe en pelota, en los hartos y pegajosos cueros del verano y socorrido por un chirriante ventilador vetusto que le barre los malos sentimientos del pecho y los malos pensamientos de la cabeza. […] Entonces el viajero que, a falta de mayores méritos, es algo aplicado, aprovecha para empezar un libro que debió haber escrito hace ya tiempo. Hoy es un día oficialmente alegre para el viajero. Los nacimientos son siempre oficialmente alegres; a veces, sin embargo, las alegrías oficiales acaban como el rosario de la aurora. Esta es cosa que no puede saberse hasta que sucede y ya no tiene arreglo. […] Dentro de un mes hará siete años que el viajero se empezó a patear, un pie tras el otro pie, la bota de tintillo al cinto y la mochila al hombro, el montaraz escenario del libro que hoy comienza. El viajero es hombre de memoria; además, por el camino fue recogiendo y guardando flores, que es oficio de vagabundo sentimental, y apuntando en un cuaderno y con buena letra las incidencias del viaje […] La memoria es fiel aliada del viajero; a los cuadernos no hay peligro de que le vuelen las hojas porque están cosidas ( el viajero antes de llegar a la mitad del viaje reforzó su cuaderno con esparadrapo).

A siete años de un suceso (un amor, una matanza entre cristianos, un ahogado que llega hasta la orilla) el suceso ya es otro: ni mejor ni peor, quiere decirse, sino diferente. Este libro no hubiera sido el mismo de haberse escrito sobre la marcha o inmediatamente después de la marcha. El viajero no piensa que haya acertado dejando pasar el tiempo; tampoco se atrevería a confesarse errado. El viajero tiene un concepto muy relativo de los hombres y de sus situaciones (el humor, los viajes, la necesidad, etc.) y piensa que la verdad no es una sino varia, cambiante y esquiva.

[…]

Las cosas suceden siempre inevitablemente y, de otra parte, tan sólo aquello que sucede es considerable. Este libro no se escribió antes porque, según se ve, no pudo haberse escrito antes. La historia no es arte jeremíaco sino ciencia concreta y el deber viene condicionado por todo aquello que lo hace posible.

[…]

Al viajero ya se le van cansando las piernas de caminar el santo suelo de la dura y pagana España, y se dispone a escribir las sosegadas aventuras de su viaje (que nuestro señor el apóstol Santiago quiera no hacer el último, amén) con cierto resignado escepticismo, con no poco dolor.

[…]

El viajero, lleno de gratitud, se soba las piernas que le llevaron -tan clementes y fieles y puntuales alas y calendario del corazón- por los remotos paisajes que le bailan por el suelto de la memoria.

CAMILO JOSÉ CELA
“VIAJE AL PIRINEO DE LÉRIDA”

No hay comentarios:

Publicar un comentario