Se despidieron a la puerta del hotel. “Ahora me preguntará si me llama un taxi”, pensó ella. “¿Te llamo un taxi?”, inquirió él, solícito. “¿Me acompañarás? Podemos compartirlo?” dijo ella, a su vez, a la desesperada, mientras en su interín ya sabía lo que él le iba a contestar: “No, tengo el coche aquí al lado”, respondió él, buscando con la mirada un taxi salvador que le sacara de aquella situación incómoda. “¿Por qué no me llevas tú?” insistió ella, mientras rezaba para sí: “Que no me diga ya te llamaré”. “Ya te llamaré”, contestó él.
© del texto JAVIER VALLS BORJA
noviembre 2009
© de la fotografía Al Fed (fuente: flickr), publicado bajo una licencia Creative Commons